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Los restos de un naufragio


Fui guardando cada una de tus palabras en mí caja de Pandora adornada con las tiras de un corazón hecho pedazos.
Allí permanecían ocultas en el fondo del armario. Tan solo, en las noches en las que la soledad oprimía mi garganta y amenazaba con cubrirme con sus velos, la buscaba como quien busca los restos de un naufragio. La acariciaba con las yemas de los dedos, y de su interior, un rumor de olas traviesas estrellándose con el casco de tu barco, me traían tu voz;  tan varonil…,tan amada. Cerraba los ojos y los apretaba hasta sentir el roce de tus manos tropezando con las mías. Un escalofrío, recorría como un rayo mi columna, y yo, saliendo del trance, apartaba mis dedos y la empujaba más al fondo.








5 comentarios:

  1. eso sí que es un amor doloroso y consternado
    si hay que guardarlo en una caja de pandora...
    saludos
    Raúl

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  2. A veces ni con cerrar la tapa de la caja es suficiente. Los ecos de algunas palabras regresan y resuenan en los oídos como caracolas, ante ese murmullo de mar embravecido que golpea constantemente los restos de un naufragio encallado en las rocas.

    Más, siempre llega la calma.

    Te envío un abrazo María. Juan

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  3. Las palabras son tan indómitas que no se dejan encerrar en ninguna cajita, y resuenan en el pecho, y conmueven en las tripas, y se repiten como el eco en la cabeza y la lengua hace por pronunciarlas. Nos alimentamos de palabras y nos desnutrimos sin ellas.

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  4. La palabras no se dejan encerrar, unas veces acarician otras pinchan pero siempre, siempre están.
    Un abrazo

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  5. Unas palabras encerradas que tratan de capturar el presente. La comunicación oral tiene un solo tiempo, el presente.
    Besos sin encajar.

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