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¿Dos mujeres? Tenía prisa y crucé el parque intentando ganar unos minutos, la tarde era excesivamente calurosa para el mes de marzo y algunas personas ya buscaban la sombra acogedora que ofrecían los múltiples árboles del paseo central. De pronto la vi, estaba sentada en uno de los bancos más discretos y apartados. Fueron sus manos lo primero que me llamó la atención. Eran largas y muy delgadas, de aspecto apergaminado. Los dedos, rematados con unas uñas descuidadas y sucias se retorcían como garfios mientras desenvolvían lo que bien podía ser un bocadillo que alguien hubiera tirado a la basura. Pensé en otras manos, también largas y delgadas, muy bellas y elegantes. Las recordé suaves y blancas, moviéndose como mariposas inquietas y me olvidé completamente de la prisa, me senté en un banco cercano y volví a observar a la mujer más detenidamente. Tenía el pelo largo, lo llevaba sujeto con una trenza de color ceniza que dentro de la desidia la daba una cierta distinción. Volví a pensar en aquel otro pelo, también largo y sedoso, siempre recogido con diadema o pasador de terciopelo granate. Sonreí al recordar cuando le pregunté: ¿Porqué siempre granate? Me miró durante unos segundos con expresión de desconcierto y luego, con una sonrisa me dijo: Quizá, porque está a medio camino entre el descaro del rojo y la discreción del negro. Entonces no lo entendí muy bien pero me pareció una respuesta preciosa. Yo también sonrío ahora al recordar cuando intentaba poner cara de enfado para que yo me aplicara más, su expresión era tan dulce que lejos de asustarme, hacía que mi cariño por ella se acrecentara. Seguía mirando con una fascinación desconocida a la mendiga y mis pensamientos saltaban una y otra vez, de su imagen al recuerdo de la señorita Alicia. De nuevo comparé las piernas de la mujer, que se adivinaban delgadas y huesudas debajo de aquella falda negra de tela gruesa y arrugada, completamente deshilachada, con aquellas otras, largas y finas, siempre enfundadas en impecables medias de seda y zapatos de tacón alto, caminando con la elegancia de las modelos y la distinción que adquirían las señoritas de aquella época, aprendida desde muy niñas. Estaba comparando a las dos mujeres de manera inconsciente, la visión de una me traía el recuerdo de la otra hasta que comprendí el motivo. La última vez que oí hablar de ella, fue un comentario hecho en un corrillo de cotillas, comentaban con jocosidad su fuga con un joven profesor, de como había abandonado a su marido, quince años mayor que ella. Un hombre fatuo y machista que alardeaba de mujer bonita mientras la exhibía como si fuera un trofeo y cuyo padre, un cacique rico y poderoso, humillado por el abandono, había prometido que la encontraría y la hundiría en la miseria.
Tenía la boca llena de risas
y de sus ojos, se escapaba más vida
que la que atrapaban sus manos grandes y fuertes.
 Escogí su abrazo y levanté mi casa entre sus dedos
con las ventanas al sol y la cama a un norte
que nos inventamos juntos.

A ellas, las otras

 Reinas de sus hogares,
diosas al parir.
 Mujeres de brillo leve
que tras las nupcias
dejaron de ser bellas para ser vientre,
silencio,
depósito de instintos,
parte de la historia del hombre.

Ellas,
sujetas al dintel del hogar
nos guarecieron en su cálido hueco
regalándonos todos los colores,
todos los olores,
todas las sonrisas
y todo el futuro.

A ellas nuestro agradecido respeto y a nosotras, no perdamos la esperanza.

El poder de la derrota

Vencida la cabeza sobre unas manos apergaminadas y vacías,
la mirada humilde y huidiza,
en la boca, la amarga sonrisa de quien ha sido sorprendido y humillado por un brik de vino.
Junto a él,
sus pertenencias son la burla de un tiempo perdido.
Entre la mugre,
avergonzados de su destino,
se ocultan algunos signos de esos esplendores antiguos.
Prendas de Dolce & Gabbana, Ralph Lauren…,
ahora hechas jirones,
son sólo mudos testigos.

Tierra

Sobrecoge el silencio
en esta mañana que amanece extraña y tan lejana.
Aún duermen los sueños envueltos en la brisa tibia
y el murmullo del viento acaricia mis oídos
con esa música que no necesita de instrumentos
porque nace de la misma naturaleza.

Me dejo caer sobre la tierra yerma
y percibo sus pulsos mientras mis manos,
mis dedos,
recorren lentamente sus grietas
por donde parece pedir auxilio.

 Ella, agradecida,
me devuelve cada caricia penetrando en mi interior
hasta llegar al torrente sanguíneo
donde unas veces,
se funde en mí regalándome el vigor que la vida exige,
y otras, las más,
navega por mis ríos meciéndome en su discurrir sereno.
Esta mañana silenciosa y extraña,
soy más tierra y menos mundo.

El mar, la mar...

Temible y brava,
capaz de engullirse a quien ose habitarla
o permanecer tranquila y serena
cual abrazo de una madre protectora.
Pocas cosas dieron pie a una emoción
destilada en tantas manifestaciones.

¿Quién no cantó a la mar,
le compuso un poema,
 pintó sus olas o, soñó con ella?
¿Quién no se enamoró
atraído por sus cantos de sirena,
se imaginó pirata para surcarla de norte a sur
 en busca de sus tesoros?
 Y… ¿quién, en las noches sin luna,
no se postró a su orilla
y  buceo el negro horizonte
buscando a su amor robado
en una noche de tormenta?

Ese mar, esa mar… verde o azul,
indomable o sumisa,
llora la pérdida de sus criaturas y acepta resignada
la muerte lenta en sus entrañas
infectadas de parásitos
mientras trata de ocultar a los ojos del hombre
el mal que la corroe.

 El mar, la mar...
y se fue... eso sí, antes destruyó todo lo que había a su alrededor !Qué seas feliz!
creció....
Llegó Rony

Un fin de semana mágico

Llegamos a Segovia al caer la tarde, el hotel que yo había escogido estaba ubicado en el centro de la ciudad, en una calle peatonal al lado de la plaza. Al grupo, este detalle le entusiasmó, todos estaban deseando conocer la noche segoviana y el hecho de no tener que conducir para desplazarnos por ello, les resultaba muy acertado.
En Recepción fueron muy amables, me di a conocer y llamaron el encargado para que nos recibiera. Nos habían asignado unas habitaciones especiales, un detalle que agradecimos todos.
Éstas, estaban en la última planta y desde allí, la vista de la sierra de Guadarrama era increíble. Pudimos ser testigos de una puesta de sol espléndida.
Todas las habitaciones eran de estilo mudéjar como el resto del hotel, espaciosas y muy claras, y aunque las ventanas eran pequeñas, había varias y estaban muy bien orientadas. A mi me habían asignado la única habitación individual y al abrirla me quedé maravillada. La madera era la gran protagonista, la tarima del suelo invitaba a descalzarse para sentir las huellas del tiempo. Las paredes blancas estaban exentas de adornos, un pequeño cuadro y un aplique de luz eran todo lo que colgaba de ellas. Los muebles, de madera oscura se veían impecables aunque estaba claro que los años, muchísimos, probablemente más de un siglo, había dado una pátina envejecida que los hacía cálidos y robustos. Sin embargo, brillaban como si no hubiera pasado el tiempo ni el uso por ellos. La cama de un tamaño hoy no habitual (grande para una persona, pequeña para dos). Estaba vestida con una preciosa colcha de hilo bordado en tonos naturales y sobre las almohadas, había dos cojines de plumas tan grandes y blanditos que invitaban al descanso. Dos mesitas de noche, una gran cómoda, una silla y un armario pequeño, constituían todo el mobiliario.
El techo, ligeramente abuhardillado estaba cubierto con un artesonado mudéjar de increíble belleza que al igual que el resto, se mantenía en perfecto estado de conservación. Una puerta disimulada en un lateral de la habitación daba acceso al baño, allí también el tiempo parecía haberse detenido. Saneamientos y accesorios de otra época brillaban con el esplendor de lo nuevo. Y qué decir de los espejos... tan llenos de magia que me devolvieron una sonrisa a modo de saludo.
Una vez recorridas todas las habitaciones asignadas y comprobado que todo estaba en orden, nos despedimos para deshacer los equipajes y asearnos un poco, nos veríamos en una hora en hall del hotel para decidir a donde iríamos a cenar.
Cuando por fin cerré la puerta detrás de mi y me quedé sola, di rienda suelta a mi vena infantil y lo primero que hice como de costumbre, fue tirarme de golpe sobre la cama y dar unos cuantos saltos que para mi satisfacción, resultaron amortiguado por el colchón que apenas dejar soltar un solo gemido a sus muelles. Durante unos minutos, tal vez más de los que recuerdo, me quedé extasiada mirando al techo; las vigas que discurrían paralelas parecían guardar un mensaje cifrado y misterioso. Quise entender que me hablaban de otros tiempos y de otras personas que como yo, también habían contemplado su vetas y muescas intentando descubrir los secretos de alcoba que desde esa priviliegiada posición, dabían haber sido testigos . En uno de los extremos, en donde el techo guardaba más verticalidad, había una fisura del tamaño justo para que alguien desde el otro lado, pudiera observar impunemente todo lo que ocurría en la estancia. Enseguida empecé a imaginar las más disparatadas e intrigantes aventuras. Al final, me quedé con la que más me gustaba: Sin duda, al otro lado se encontraba un príncipe árabe o un bello abencerraje encerrado allí desde tiempos inmemorables esperando a que yo llegara, así que, desde ese momento, cada movimiento que yo hiciera, sería en honor a él.

La noche murmuraba

Allí, a la orilla del río
ocultos por zarzamoras
bajo una luna que ríe
cómplice de aquellas horas.

Sentí sus dedos ligeros
apenas rozar sus yemas
bajo la blusa de seda
sobre mi piel temblorosa.

Con el rumor de la corriente
y el canto de las cigarras,
 el murmullo de la noche
ahogó al de mi garganta.

Luego, fueron sus besos
que quemaron hasta el alba
los que aplacaron el eco
del gemir que se escapaba.
Y la luna que se iba,
y el sol que ya llegaba,
y su pecho sobre el mío
buscando que no acabara
esa noche agonizante
rota por la madrugada.
Entre graffiti y pintadas Camina despacio, sus hombros parecen querer ocultar la cabeza. El frío invierno y las preocupaciones pesan demasiado para un cuello tan frágil. Recorre el mismo camino todos los días, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Reconoce sin mirar cada desnivel del suelo, sus pies, como si fueran autómatas, salvan cada obstáculo sin dificultad. Tan solo levanta la mirada levemente cuando se cruza con alguien o algo que la sorprende. A veces, es la mirada picara y de complicidad con que la obsequia algún niño mientras forcejea con la madre para no ponerse el gorro o taparse con la bufanda, otras, un perrito callejero que se le acerca en demanda de una caricia, o incluso, un nuevo cartel anunciando increíbles ofertas en los almacenas de la esquina. Apenas es consciente de que no va sola, que otras personas, tal vez tan cargadas de preocupaciones como ella, recorren el mismo trayecto. Sin embargo, esta mañana algo le ha llamado la atención. Sobre una columna, entre graffiti y pintadas, alguien ha escrito una frase con letra clara y redonda: “te quiero tardona”. Se queda absorta mirándola mientras piensa que si bien en una primera lectura puede parecer un reproche, a ella le parecen una tierna declaración de amor. Por un instante se imagina la frase escrita en el espejo de su cuarto de baño cuando éste aparece completamente empeñado tras la ducha o en un post-it colgado de la nevera. Una sonrisa resignada se dibuja en sus labios, hace un gesto como quien intenta apartar un obstáculo y continúa con su camino.

Recuerdo

 Puede que las arrugas aún no hayan marcado tu frente
pero en tu corazón se han instalado telarañas,
redes de seda que te mantienen prisionero.

Has deslizado tu vida sin freno
y ahora sólo te quedan recuerdos a la deriva.
Te encuentras en el punto justo donde convergen
pasado, presente y futuro.

El miedo te paraliza, te hiela la sangre;
has comprendido por fin
que el sol no sale todas las mañanas de abril
y aún así,
buscas el cabo que te amarre a tu destino.
¿Eres capaz de ver la belleza entre estas ruinas? Si es así eres capaz de ver más alla de la mirada.
8 de marzo, día internacional de la mujer...

Me parece que hoy puede ser un buen día para empezar a visitar este pequeño rincón en donde me propongo plasmar algunas de mis inquietudes y muchas de mis ilusiones. Si alguien en su recorrido por estos mundos aparece por aquí, que sepa que siempre será bienvenido.