Allí, a la orilla del río
ocultos por zarzamoras
bajo una luna que ríe
cómplice de aquellas horas.
Sentí sus dedos ligeros
apenas rozar sus yemas
bajo la blusa de seda
sobre mi piel temblorosa.
Con el rumor de la corriente
y el canto de las cigarras,
el murmullo de la noche
ahogó al de mi garganta.
Luego, fueron sus besos
que quemaron hasta el alba
los que aplacaron el eco
del gemir que se escapaba.
Y la luna que se iba,
y el sol que ya llegaba,
y su pecho sobre el mío
buscando que no acabara
esa noche agonizante
rota por la madrugada.
ocultos por zarzamoras
bajo una luna que ríe
cómplice de aquellas horas.
Sentí sus dedos ligeros
apenas rozar sus yemas
bajo la blusa de seda
sobre mi piel temblorosa.
Con el rumor de la corriente
y el canto de las cigarras,
el murmullo de la noche
ahogó al de mi garganta.
Luego, fueron sus besos
que quemaron hasta el alba
los que aplacaron el eco
del gemir que se escapaba.
Y la luna que se iba,
y el sol que ya llegaba,
y su pecho sobre el mío
buscando que no acabara
esa noche agonizante
rota por la madrugada.
La noche es el silencio
ResponderEliminarlos besos la ropa de la boca
nuestra respiración rota... el idioma
la tierra nuestra cama y tú,
el manto de mi madrugada