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Sevilla.
 Siempre me pareció hermosa, las referencias que tenía de ella fueron muchas y aunque tardé en conocela físicamente, mis expectativas se vieron gratamente satisfechas.
Sus calles a un lado y otro del río conservan una magia especial.
El aroma de primavera es algo que te entra por los sentidos (los cinco) y no se desprende jamás.
Ahora, cuando la contemplo a lo lejos a través de los cristales, convertida en luces y sombras envueltas en el rumor de la vida, me parece un sueño, de esos, que uno sabe que al despertar no se desvanecerá.

Preciosa

Hay una sutil diferencia en sostener una mano o encadenarla.
Uno aprende que los besos no son letra de cambio.
Que las promesas no son contratos.
Que el amor no tiene medida, ni peso, ni precio;
aún así, no siempre es accesible
y muy pocas veces es correspondido en la misma magnitud del que entregamos.
Y uno empieza a aceptar sus derrotas
procurando mantener la cabeza alta y la ilusión intacta,
y a cerrar puertas siendo consciente,
que una puerta no es puerta hasta que está cerrada.
Y a construir caminos nuevos.
A sentirse fuerte.
A saber que vale.
A tener esperanza.
Al final,
uno espera a que escampe para que la fruta madure y el jardín florezca.

Sin olvidar nunca que el sol se oculta cada tarde y regresa cada mañana.

Y tú, no dejes nunca de llamarme preciosa.