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Vinieron con la granizada.

Supongo que los sorprendió también a ellos, seguramente estaban paseando tan tranquilos o descansando bajo los rayos de sol de este abril tan cambiante. De pronto los vimos bajo la ventana, nos pareció que estaban inquietos, algo asustados y sin saber muy bien que hacer. Temimos que ella estuviese herida porque se mantuvo todo el tiempo quieta, a él lo vimos como intentaba buscar un lugar más apropiado pero se notaba que no quería dejarla sola. Sus incursiones por el jardín eran breves, enseguida regresaba a su lado y la acariciaba la cabeza con tanta delicadeza que nos enterneció a todos.
Nos mirábamos algo desconcertados, no sabíamos muy bien como actuar, temíamos que si nos veían, igual se asustaban así que nos mantuvimos en silencio observándolos tras los cristales. Pensamos que el lugar podía ser muy apropiado para que se sintieran a gusto. Se trataba de un jardín inmenso en donde los arbustos, altos y con abundante follaje, les podían servir muy bien de refugio. También había una fuente, cuya agua caía en cascada formando un pequeño estanque repleto de nenúfares y bordeado de flores. El césped parecía una inmensa alfombra verde por donde podían deslizarse sin apenas hacer ningún ruido, pero no impedía que debajo, ellos pudieran obtener toda la comida que necesitaban.
A pesar de que el lugar estaba lleno de jóvenes, éstos eran muy respetuosos con la naturaleza por lo que tenían garantizada una estancia tranquila.
A la mañana siguiente, lo primero que hicimos fue asomarnos a la ventana, buscábamos ansiosos a nuestros nuevos inquilinos y al no verlos por ninguna parte nos quedamos desconsolados. Duró poro el descuensolo, enseguida vimos que él salía del arbusto, recogía algo del suelo y volvía a perderse entre el denso follaje. Al rato celebrábamos la noticia que nos trajo el jardinero: Ella había puesto huevos y los dos iban a ser padres. Nosotros nos disputábamos quien iba a ser el padrino, al final hubo consenso y decidimos que lo seríamos todos. Sabíamos que los patos eran salvajes y que igual que nos trajo la granizada, nos los volvería a llevar, pero mientras tanto, todos estábamos ilusionados con el próximo nacimiento de los patitos.

Abril sin flores

Regreso atraída por el azul de un abril descarado e hiriente…


Mi memoria se pierde entre los adoquines
y cantos rodados de un camino antiguo que hoy me desafía
mostrándome las huellas y el eco que dejaron mis pisadas.


Todavía acechan miradas oblicuas,
sesgadas, ocultas tras los viejos muros
de adobe y piedra que, al igual que ayer,
se posan en mi espalda hiriendo mi nuca.

Mientras, las palabras se vuelven murmullos siseantes
que se filtran entre las fisuras que dejó el tiempo
para remover un pasado que habita
bajo el ciprés, que solitario,
extiende su sombra amable sobre la oquedad
en la que descansa el destino,
ya a salvo de voces delirantes.


Este abril no trae nubes que oculten el horizonte