No hay muros gruesos
ni puertas o ventanas por cerrar.
Basta con bajar los párpados
y liberar los sentidos
para trasladarnos al hogar
contruido en la distancia y el tiempo
y forjado en la memoria.
Un espacio para nosotros,
escogidos por los dos,
donde el sol, el mar o las estrellas,
no están fuera, sino dentro.
Mi casa eres tú, tu casa soy yo,
nuestra casa somos nosotros.
Vaya, un final perfecto para un poema intimista y de grata lectura.
ResponderEliminarMe encanta pasar por aquí aunque lo haga de tarde en tarde. Ya sabes que tengo más ocupaciones que tiempo. Besos, muchos.