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También las estrellas son inalcanzables...
...y sin embargo, cuando las miramos, no podemos evitar soñar con llegar a tocarlas.
¡Qué cosas tienes!, me dices,
y sonríes con ternura mientras te digo
que me gustaría ser ceniza
que me gustaría ser ceniza
para que una ráfaga de viento
me llevara junto a su ventana.
Luego, entre bromas, quemo un papel
y soplo con todas mis fuerzas.
Los dos reímos ante el estropicio,
y tú haces que te quitas una brizna del ojo
para ocultar la lágrima
que amenaza con rodar por tu mejilla,
y yo..., hago como que no me entero.
Una razón, cuatro besos, un portazo, un te quiero...
...y un adios.
En ese momento, en el que el letargo de un tiempo se rebela y los recuerdos que pasaban ante tus ojos en blanco y negro, se colorean; la piel despierta y el corazón rompe su monotonía. En ese momento, en el que te sorprendes sonriéndole al espejo y agradeciendo la imagen que en él se refleja, la ilusión vuelve, y la tomas con la punta de los dedos temerosa de que desaparezca entre la niebla. Pero esa luz intensa que se agranda mientras se acerca, impedirá que aparezcan de nuevo las sombras para sumirte en ellas. No seas cobarde, abre las manos y toma el regalo generoso con que la vida te obsequia.
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