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Aquellos trenes

A veces,
 al asomarte a la ventana veías el mundo
Un mundo cambiante; azul y verde o gris y negro.
Pasaba ante tus ojos con la rapidez del rayo
 mientras tu retina giraba loca en busca de apoyo que guardara el equilibrio.

La lluvia, la nieve, la niebla…
quedan fuera, morían antes de llegar a tu destino
 incluso había veces, que una sonrisa llena de mocos
te robaba el alma y prometías volver sobre tus pasos
para buscar esa mirada y asomarte a ella.

Casi siempre, sólo quedaba en la intención.

Cada viaje era un sueño inconcluso,
una aventura rugiendo entre vagones,
sorteando señales; atravesando túneles,
cuyas bocas oscuras te transportaban un instante hasta el infierno.
Cada destino, morir un poco y renacer en otra dimensión.

Ya nadie arrastra su pasado en maletas con correas;
 ahora, es tan liviano, que cabe en un portafolios
o se comprime milagrosamente en un pendrive de moda.

No has llegado y ya conoces la hora del regreso.

1 comentario:

  1. Retroceder a aquellos viajes interminables y ver como el paisaje se movía con tanta rapidez que era imposible fijar la vista en un punto concreto es algo que hago con frecuencia cuando viajo en estos otros, ahora tan veloces. Gracias por recordármelo. Me ha gustado mucho.

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